mayo 27, 2008

Recordar

Volver a vivir con el corazón.
Despertar, dejar de dormir.
Escribir.
Soltar

mayo 23, 2008

¿Para qué?



Cuando era pequeña, pasábamos los veranos en una casa en medio del campo, entre el monte y el río Iregua. Veranos de zapatillas llenas de tierra, de bicicletas, de ranas y saltamontes. Vivían en la casa de al lado Rafa y Carmen, una pareja de la edad de mis abuelos, que tenían una huerta con fresas, una perra y varios gatos. Me encantaban los gatos, iba cada vez que podía a verlos ,y un día nos regalaros tres, como éramos tres hermanos nos dieron tres gatitos pequeños, como ovillos de lana. Los cuidamos en el tendedero, una especie de rincón secreto, apadrinados por el cariño de nuestro abuelo Narciso, nuestro cómplice. El mío, aún recuerdo que era muy blanco, se murió en seguida. A partir de ahí, crecí lejos de los gatos, como si les tuviera rencor, como si ya no les quisiera. Y ayer, justo ayer, apareció en nuestro camino –en el Puerto, donde trabaja el amor, él lo encontró- un gato recién nacido, aún estaba mojado de placenta. La madre lo había abandonado y no volvió a por él en toda la mañana, el amor cuidó de él con toda su ternura. Se iba a morir, así que cuando hablamos, nuestro instinto nos dijo que teníamos que cuidar de él. Pobre, era del tamaño de un móvil, se podía dormir entero en la palma de mi mano. Pensé, en la parte que me tocaba, que quizás mi encuentro con él tenía que ver con una parte de mi infancia con la que me tenía que reconciliar, con mi niña interior. Las cosas suceden por algo, para algo, así lo veo. Me ilusioné mucho con el encuentro. Lo cogimos, lo llevamos al veterinario, le compramos leche, se la dimos con biberón y jeringuilla, le dimos –estaba helado- todo el calor que pudimos, lo envolvimos en una manta de las de iberia y lo pusimos en una caja de zapatos. Esta noche, me he puesto el despertador para ir a darle el biberón –tenía que comer cada tres horas- y me lo he encontrado muerto. Qué sensación, el frío de la muerte, su rigidez.

En fin, aún me pregunto para qué llego a nuestra vida, para qué se fue tan pronto.

Supongo que lo mejor que podemos hacer es quedarnos con la sensación de que no murió solo. Nosotros estábamos con él. Y le dimos el cariño que pudimos darle.

Espero no dejaros tristes. Lo bueno es que la vida continúa y que mientras estemos vivos, tenemos que vivirla y disfrutarla. Cada segundo.
Gracias, gatito.

mayo 21, 2008

Gaviotas

Y al volver, M. encontró la playa llena de gaviotas. Nunca había visto tantas. Todas tan parecidas, de pie sobre la arena. Cuando volvió a la mañana siguiente, había menos, aunque aún quedaban muchas. Le preguntó al marinero: ¿qué hacen aquí? Algo pasa con el mar, respondió, pero lo mejor es que se lo preguntes a él. Entonces M. miró al mar, no con los ojos, con el cuerpo entero, y descubrió miles de gotitas de oro. Al volverse hacia la orilla, las gaviotas ya no estaban ahí, se habían ido volando, hasta el sol. Y M. volvió a volar, como solía hacer.

mayo 20, 2008

Piruletas de azúcar

A Laura le gusta tanto encontrar piedras corazón en la playa como a Juan chupar despacio las piruletas para que le duren la tarde entera. Por eso Laura hoy, para celebrar que ha encontrado la piedra corazón amarilla -el color que faltaba en su colección- ha hecho una piruleta con azúcar tostado y se la ha regalado a Juan.

mayo 18, 2008

Dragones y princesas

Es cierto, la niña también soñaba con dragones; es solo que ella prefería sonreír a la luz del día y decir que sus sueños estaban llenos de princesas y de diamantes. Algún día, años después, le tocaría observar a sus dragones aunque no para matarlos, sino para convertirlos en los diamantes con los que soñaba que soñaba.