enero 31, 2008

Quinua




Montarnos en el coche sin ti, dejar Barcelona y que las lágrimas de los dos caigan a la alfombra del asiento y a la tapicería. Mirar al asiento de atrás y no verte por muchas ganas que tengamos -todas las del mundo-. Conducir bastante tiempo sin poder decirnos ni una palabra y después empezar a hablar. Lo bueno de estar los dos en esta búsqueda es que nos vamos equilibrando y uno levanta al otro cuando se cae y si nos caemos los dos, pues nos levantamos porque así es la vida, hay que seguir, aunque ahora sea sin ti. Llegar a casa, sacar las maletas, abrir la puerta, ver el sofá sin ti, tu hueso rojo de goma en el suelo, tu manta de cuadros, el cojín en el que te haces una bolita para dormir la siesta, tu bolsa de la comida. Deshacer tu maleta (otro hueso, el plato de la comida) y seguir sin verte y saber que al despertar no rascarás con tus uñas para que vayamos a abrirte la puerta, que no saldrás brincando, que no te sentarás a nuestro lado mientras desayunamos mirandonos con esa carita con la que nos conquistaste desde el primer momento en que te vimos -aunque esto, sabemos, es futuro y mejor no inventarlo ni permitir que las ilusiones nos juegen malas pasadas- . Despertar y no querer salir de la cama porque ahora es cierto, tú no estás, y nos duele hasta poner los pies en la alfombra verde donde te tumbabas a mirar cómo nos vestíamos. Y hoy duele también mirar al mar porque aunque sigue siendo un lujo tenerlo cerca es dificil desligar la playa de ti. Abrazarnos, aquí estamos los dos, permitir que nuestras lágrimas riegen el hombro del otro y después recomponernos, tomar centro y seguir en movimiento y hacer todo lo que está en nuestras manos y seguir enviando tu foto ¿Dónde estás? Mirar por la ventana de vez en cuando por si acaso se te ocurre volver recibirte con los brazos abiertos y, después, volver a respirar hondo y a tomar centro cada segundo y sentir la vida pasar sin ti, qué feo. Un tortazo de la vida que nos saca de golpe del mundo de la piruleta para mostrarnos que lo único que de verdad tenemos es el instante presente, y aceptarlo como viene, aunque sea sin ti, y sacar los recursos para seguir adelante, claro, qué otra cosa podemos hacer que tener confianza en ti, en tus recursos y en los nuestros, pues la vida sigue, ahora, y no para. Te esperamos. Vuelve cuando quieras, perrita.

2 comentarios:

carmen dijo...

¿Qué decirte? ¿Qué deciros desde esta platea en la que contemplo cómo pasais por esta prueba como auténticos campeones?
Que ya sabeis que lo que quiero es que ganeis el concurso y que os (nos) den el premio. Me gustaría deciros que "cuanto antes mejor", pero mejor, que sea cuando tenga que ser.
Mientras tanto, ¡Animo campeones! ¡Venga! ¡Ánimo!¡Qué vosotros podéis!

Anónimo dijo...

Quinua no está sola, hay mucha gente cuidando de ella. Incluso en la distancia física, la cercanía se siente, se vive, se entraña ... el amor nos une, y que duda cabe que Quinua es una perrita muy pero que muy amada.