enero 02, 2008

La magia

Pablo también cree en la magia. Por eso cuando un miércoles nos encontramos en la puerta de una sala donde esta tarde actúa un mago, nos damos la mano y entramos a acurrucarnos en los asientos. Pablo mira al mago y yo le miro a él. Aplaudimos juntos cuando toca y le pregunto de vez en cuando si le está gustando -me dice que sí-.Y cuando termina aplaudimos de nuevo, nos levantamos del asiento y salimos con los demás. Afuera nos encontramos con más gente pero Pablo tira de mi mano. Y cuando entramos al bar, los dos solos, a tomarnos un batido de chocolate con patatas fritas, Pablo me pregunta por la pizarra: ¿cómo puede mover los labios un dibujo? ¿cómo puede sacar la lengua? Pablo ha visto que era el mago el que ponía voz al dibujo y ha descubierto la mitad del truco. La otra mitad es un misterio que me gusta compartir con él. Y si un día, quién sabe si más adelante, dejase de creer en la magia, le recordaré que un día de invierno vimos juntos cómo un dibujo movía los labios y sacaba la lengua.

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