septiembre 21, 2007

Caracoles

Reconozco que no me ha hecho mucha gracia despertarme a las 8 de la mañana y ver cómo llovía. Confiaba que hoy saliera el sol; teníamos pensado ir a dar un paseo temprano. Así que, bueno, nos hemos vuelto acostar un rato más y cuando nos hemos levantado, la lluvia había cesado un poco. Después del café, hemos salido a dar un paseo, aunque aún chispeaba. La vida es mucho más sabia que nosotros y, aunque a veces no salgan las cosas justo como esperamos, es mejor confiar en ella y aceptarlas tal y como vienen, es así como podemos llevarnos sorpresas agradables. No me esperaba que la lluvia me hiciese hoy volver atrás en el tiempo de forma tal real. Todo ha empezado cuando un caracol se ha cruzado conmigo en el camino. Me he agachado y lo he cogido en la mano; y así es como me he dado cuenta de que los juncos y demás hierbas silvestres estaban llenas de caracoles. De pronto he tenido una sensación extraña pero muy cálida. Era yo misma pero con muchos menos años. A mi lado estaba mi abuelo Narciso, con su poncho verde de plástico. Y su presencia era tan real que me he sentido la niña más feliz del mundo. "Luego, volveremos a casa y el abuelo cocinará su salsa de tomate para los caracoles. A mí me dan pena, y también un poco de asco. No los pienso probar, pero me encanta salir con él a coger caracoles". La vida, de vez en cuando, me hace estos regalos: me hace volver a ser una niña, me devuelve al lado de mi abuelo. Y su mano, estaba calentita.

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