noviembre 26, 2007

Un barrapan




Cuando un amigo viene a pasar unos días a casa le abres la puerta y le dices que se acomode a su gusto, como mejor se encuentre. Y el amigo se acomoda y abre su maleta y esparce lo que trae por toda la casa y dice -y muestra- que se encuentra como en casa. Y entonces, nos dedicamos a disfrutar y a compartir lo que tenemos, lo que somos. Nos abrimos los bolsillos, los vaciamos sobre la mesa y dejamos todo al descubierto. Y cuando nos ponemos en marcha, vivimos historias que nos hacen -y harán- reír por mucho tiempo. Y la energía fluye, y nos vamos quedando los unos dentro de los otros. Por eso, cuando llega el domingo y el amigo hace las maletas y te dice que está listo para ir al aeropuerto, tú te haces el dormido porque no quieres que se vaya, porque nunca te han gustado las despedidas. Pero te levantas y le acompañas al aeropuerto, y durante el trayecto, sigues diciendo tonterías -el amigo también las dice- para que parezca que todavía no es domingo. Y cuando el amigo se baja del coche, y cuando el amigo te abraza y cuando vuelves a casa, y ahora hay huecos rodeados de polvo donde antes estaban sus cosas, un bicho -largo, como una serpiente- te corre por dentro hacia arriba y hacia abajo. Hasta que te das cuenta que ese echar de menos, entre amigos, es solo temporal.





Gracias Rapalita por estos días y por tantas risas.

No hay comentarios: